Tu luz

Mi mano tiembla mientras sostiene la tuya, que se deja caer. Respiro profundamente e intento reprimir mis lágrimas, aunque es imposible. Entonces tus dedos acarician los míos. Cuando levanto la cabeza veo cómo tus ojos me vuelven a mirar con esa ternura.

— ¡Enfermera! —Grito por impulso, levantándome de la silla al lado de tu cama.

Tú agarras mi mano y me detienes. Me siento de nuevo. Escucho las palabras que me dices con un esfuerzo sobrehumano, pero sin perder la sonrisa.

— Quédate aquí, por favor —Tomas aire—. Cuando no esté…
— No, no —Niego con la cabeza— No te despidas de mí. No vamos a separarnos.
— Escucha… Si alguna vez falto, no estés triste, ¿vale? No llores. Quiero recordar a la chica a la que quiero, la que siempre tiene una sonrisa en los labios.

Sonrío de nuevo, cumpliendo lo que parece una última voluntad. Le apartó un mechón de su flequillo y me inclino suavemente sobre sus labios.

— Te quiero —Susurro.

El pitido de la máquina a la que está conectado se vuelve continuo de pronto. Mala señal. Vuelvo a llamar a la enfermera y ésta viene corriendo. En seguida le toma el pulso. En la habitación entran un montón de médicos más y me quedó apartada en un rincón, viendo que cualquier intento por salvarle es inútil. Finalmente, me dan el pésame.

Mi mirada está vacía cuando me reflejo al espejo del baño del hospital. Solo es necesario un bote de pastillas y ya duermo a tu lado para siempre.
Ahora puedo ver tu luz en todo su esplendor.